Se nos vuelve a Brasil, uno de los tertulianos... Edgar..
Edgar entró en el Txoko casi de puntillas...
acompañando a su tío Antonio D. Olano...
poco a poco se convirtió en uno de los indispensables en el Txoko Zar...
como siempre... abundante y exquisito aperitivo...
buena sidra... ahora con la caló...
se acercó a saludarnos Manolo.. tras varios meses de ausencia...
y nos presentó a una amiga de su familia.... Selin... francesa coreana... muy agradable..
les hicimos los honores... y degustaron los pimientos....
unos pimientos fantásticos traidos y fritos por Alejandro...
un gazpacho que Maite Castellanos nos había preparado.... que todos alabaron...
preparé unas humildes patatas ¨boca abajo¨.... que gustaron a todos, excepto a uno...
Eduardo nos hizo una estupenda ensalada, con tomates en sazón...
y Angel... temeroso de que nos quedáramos con hambre.... encargó carne...
unos deliciosos solomillos de ¨la taberna de Alfonso¨, que parecían mantequilla...
volvió Gabriel con nosotros....
y de postre... Angel nos trajo un fantástico bizcocho de manzana...
se sucedieron las risas....
las imágenes insólitas...
las copas....
y como colofón... Edgar nos invitó a otra copa en Alfonso...
nos dice que en diciembre volverá para quedarse...
fuimos nueve....
si no viene Carlos Perera... ya se sabe... menguan los comensales...
empieza el estío....
echaremos en falta a Edgar...
lunes, 14 de julio de 2014
martes, 8 de julio de 2014
TXOKO Julio
y llegó el día 5 de Julio..
Edgar nos había invitado a una "picanha" en su casa fuera de Madrid...
y Angel nos proveería de copas, por estar próximo su cumpleaños...
y no pudo ser..
varios estábamos dispuestos a ir, pero.. otros no.. y volvimos a nuestro refugio.. Txoko Zar..
los aperitivos como siempre... excesivos...
José Luis, condescendiente... nos dejó probar los mejillones...
Santiago nos trajo su estupendo lacón...
y Alejandro... unos excelentes pimientos...
el encargado de la ensalada fue como siempre, Eduardo...
y ese tertuliano generoso... Angel.. se buscó una excusa, para invitarnos a un plato de la Taberna de Alfonso...
chipirones en su tinta con arroz... deliciosos...
gracias, Angel..
Algunos tomamos solo un par... pero otros......
Juan Pablo y Edgar... decidieron terminarlos.... y bueno... volvimos a recordar a Gargantúa y Pantagruel....
unas cerezas estupendas....
y en la tertulia... tras el cargado café de Alejandro...
un Angel Muñoz...."sembrao".. como dirían en Sevilla...
nos hizo reir como hace años que no lo hacíamos...
un encuentro genial... con recuerdos a Carlos Perera, Amestoy, Amilibia..Constan... Juan Munguira..
Melitón.. Chema... bueno.. a amigos que por distintas circunstancias no pudieron acompañarnos, pero..
que están con nosotros...
Edgar nos había invitado a una "picanha" en su casa fuera de Madrid...
y Angel nos proveería de copas, por estar próximo su cumpleaños...
y no pudo ser..
varios estábamos dispuestos a ir, pero.. otros no.. y volvimos a nuestro refugio.. Txoko Zar..
los aperitivos como siempre... excesivos...
José Luis, condescendiente... nos dejó probar los mejillones...
Santiago nos trajo su estupendo lacón...
y Alejandro... unos excelentes pimientos...
el encargado de la ensalada fue como siempre, Eduardo...
y ese tertuliano generoso... Angel.. se buscó una excusa, para invitarnos a un plato de la Taberna de Alfonso...
chipirones en su tinta con arroz... deliciosos...
gracias, Angel..
Algunos tomamos solo un par... pero otros......
Juan Pablo y Edgar... decidieron terminarlos.... y bueno... volvimos a recordar a Gargantúa y Pantagruel....
unas cerezas estupendas....
y en la tertulia... tras el cargado café de Alejandro...
un Angel Muñoz...."sembrao".. como dirían en Sevilla...
nos hizo reir como hace años que no lo hacíamos...
un encuentro genial... con recuerdos a Carlos Perera, Amestoy, Amilibia..Constan... Juan Munguira..
Melitón.. Chema... bueno.. a amigos que por distintas circunstancias no pudieron acompañarnos, pero..
que están con nosotros...
CULTURA MODERNA....
me ha sorprendido mi amigo Eduardo Bernabeu con este relato... corto.. magnífico y moderno..
SENDEROS DE
AMISTAD
Y
PERFECCIÓN
SENDEROS DE
AMISTAD
Y
PERFECCIÓN
Desiré se da prisa por
despojarse de la chaqueta sastre color beis que lleva puesta; ha comenzado a
sentir algunos sofocos, aunque la temperatura del local es moderada, templada.
Últimamente suele sucederle, pero el médico le dijo hace unas semanas que no
tiene importancia, que simplemente son algunos síntomas climatéricos, quizás
algo prematuros pero climatéricos. Ella pone en duda el diagnóstico del doctor
y su capacidad como profesional.
-Los médicos son unos
burros. No tienen ni idea. Lo sabré yo, que leo tanto y oigo tanto la radio. A
mí me va a decir ése de qué son mis acaloramientos. Lo que pasa es que aquí no
hay quien pare de calor.
-Bueno... no tanto. Pero sí,
ya no hay buenos profesionales en nada.
-A mí siempre me sobra la
ropa. Ya sabes, Cris, que soy muy calurosa. Si yo hubiera estudiado medicina,
no tendría esos fallos; estoy convencida.
Cris y Desiré están sentadas,
ante una de las mesas de un salón
de té donde casi nadie toma té. El ambiente es suavemente musical y refinado,
cómodo y pretencioso. En el local se habla en voz baja, confidencial, tal vez
para que los curiosos cercanos no se enteren de los cotilleos propios, porque
no hay por qué. Cada cual con sus chismes. Las dos mujeres, entre qué me dices
y te voy a decir, dan sendos y repetidos sorbos a las bebidas, porque hablar
reseca la garganta y porque beber a poquitos parece más elegante. Ambas han
pedido ginebra de la cara con una bebida tónica.
-Qué traje tan bonito
llevas, Desiré, y qué bien te sienta, a pesar de que últimamente estás algo
rellenita; pero proporcionada, eso sí. Lo único, tal vez, la blusa, que no se
ve mala, pero que no le va muy bien al conjunto. Tal vez sea el color. Pero ni
eso se nota mucho. Es una monada. Qué bien sabes vestir.
Desiré mira hacia abajo; se
da cuatro suaves palmadas en las caderas, como para alisar el pantalón, luego
otras tantas en los brazos y en los hombros, como para eliminar alguna arruga
imaginaria de la blusa. Vuelve a mirarse las rodillas un instante; hace un
gesto de contrariedad, mira entonces a su amiga, con mirada ladeada, observa
durante un fugaz momento la chaqueta de su traje, que reposa en la silla
contigua. No parece que le haya gustado el comentario. Esboza un gesto
antipático. Después carraspea. Cris sabe que cuando Desiré carraspea así, está
a punto de decir algo desagradable, y, como la conoce muy bien, piensa con
temor que probablemente lo que suelte sea un oprobio, o una frase hiriente, o
tal vez algo insensato, o acaso una sentencia de palurda ignorante. Se prepara
para ello ofreciéndole una falsa sonrisa.
-Pues sí, creo que sé
comprar muy bien y, sobre todo, sé combinar perfectamente. La blusa, aunque
cara, la compré a muy buen precio. Ya sabes, lo bueno siempre es caro. Sobre el
color, seguramente no lo has visto bien; es posible que con la luz que hay aquí
no se aprecien los tonos.
-Sí, eso será.
-Oye, Cris, ¿has comido hoy
algo con ajo? Porque parece que te huele un poco el aliento. Huy, ya sabes que
soy bárbara para los olores. Por eso procuro tener mucho cuidado con lo que
como cuando voy a salir con alguien. Te digo esto porque tengo confianza
contigo, ya sabes.
Desiré y Cris, que dicen ser
íntimas amigas, se conocen desde hace muchos años, desde su soltería, allá en
su ciudad natal. A partir de sus respectivos matrimonios, ambas se fueron
transformando de provincianas cercanas al ámbito rural a provincianas
urbanizadas en la gran ciudad. Ya casadas, comenzaron a verse con regularidad,
para intercambiar pareceres y noticias sociales y porque frecuentaban los
mismos ambientes y las mismas compañías. Al principio, en el círculo amistoso
de ambas sólo Cris conocía que Desiré se llamaba en realidad Desideria, y nada
más que Desiré sabía que el nombre de pila de Cris era Crisanda. Ellas lo han
ocultado siempre. Pero, poco a poco, confidencia tras confidencia entre unos y
otros, todos los conocidos han terminado sabiéndolo, aunque nadie lo manifieste
si la referida está presente, salvo con alguna sonrisa irónica, espontánea y
aislada.
-Ayer vi a María José. Le
dije que hoy estaríamos aquí. Tal vez venga luego, según me dijo.
-Desde que volvió otra vez a
trabajar, apenas la veo. Hace de eso tres o cuatro años, más o menos, cuando a
su marido le dio aquella cosa tan rara.
-No es por sacar trapos
sucios, pero oí comentar entonces que él era marica y que había pillado el
sida.
-Algo así me comentaron
también a mí.
-Recuerdo que, antes de
casarse, ella trabajaba en un estudio de arquitectura. Lo dejó porque no le gustaba
lo que hacía y porque no quería pegar golpe. Su marido era un tío muy rico; no
sé si aristócrata.
-Ella tiene la carrera de
arquitectura.
-Pero de poco le ha servido,
porque me parece que su trabajo de ahora es poco más que de chica de los
recados. La verdad es que tiene poco gusto; ni sabe vestir bien, aunque lleve
cosas muy caras. Ya me dirás qué casas va a proyectar. Yo sí podría haber sido
una buena arquitecta. Con el buen sentido artístico y urbanístico que tengo,
habría hecho maravillas. ¿No crees? Además es que me encanta. Hay tanto
chapucero por ahí.
-Puede ser, Desiré. Pero a
ti te falta haber hecho la carrera.
-A María José ni le gusta, y
eso que cuando se puso de nuevo a trabajar dijo que lo hacía para realizarse.
-Sí, lo recuerdo. Pero tengo
entendido que lo hizo por necesidad. Se habían arruinado. Volvió al estudio en
el que había estado antes. Me parece que su marido era amigo de uno de los
socios.
-Me dijeron que estuvo liada
con su jefe.
-Eso oí. Un viejales, ¿no?
-Sí, un tío de casi setenta
años, adulador y rico, con el que se paseaba de cuando en cuando y le sacaba el
dinero; ella le permitía alguna impertinencia de viejo y algún desahogo
lujurioso. Estuvo así hasta que él se jubiló, que fue también cuando se cansó
de ella, por su mal carácter. Lo decía él mismo, según creo.
-Sí, Desiré, María José
siempre ha sido bastante borde. Su falta de personalidad la sustituye con mala
leche. Y también ha sido siempre algo putilla.
-La vi muy desmejorada.
Gorda y envejecida. Y con muy pocas luces, boba y disparatada. También como
siempre.
-Hace mucho oí a alguien que
su padre era un tarugo, un tipejo soez y tramposo, del que aprendió casi todo
lo poco que sabe. A excepción de su carrera, claro.
-Pues sigue presumiendo de
haberse educado en el colegio de las Madres de las Castas Visitaciones.
-Que es uno de los colegios
más pijos de aquí.
-Así ha salido ella de
cursi. Porque, además, Cris, es el colegio en el que su padre estaba de bedel.
-Supongo que María José ya
tendrá casi los cincuenta.
-¿Pero no nos lleva más de
cuatro años?
-A mí, más que a ti.
-Pues siempre ha parecido
más vieja.
Todo indica que las dos
amigas han salido a vivir la tarde/noche de la gran ciudad, a la busca de un
tiempo que quizás no existe. Por eso los fantasmas del recuerdo pueden aparecer
por cualquier lugar de sus mentes, amenazadores, románticos e inexistentes. A
veces demuestran ímpetu, otras un cansancio silencioso y melancólico, pero
también, en ocasiones, hacen alarde de una agudeza graciosa y desmadejada,
crispante, con la que sólo ellas mismas son capaces de reír o rabiar, y tras la
que procuran convertirse en intérpretes de sus propias frustraciones y de las
de los demás.
-Ahora estoy emocionalmente
muy estable, creo que es desde que comencé a conocer a una persona maravillosa
que me quiere mucho, con la que estoy saliendo hace más de seis meses. En la
cama es un cielo. A veces viene por aquí. Precisamente lo conocí en este lugar
un poco antes de separarme. Me lo presentó mi exmarido. Fue como un flechazo.
-Cuánto me alegro, Desiré.
Yo también salgo ahora con un chico. Es casi de mi edad; un poco más joven.
Está casado pero se está divorciando. Es un encanto. No me importó acostarme
con él cuando ya vi que la cosa iba en serio. Espero rehacer mi vida
sentimental con él. Hoy le he dado permiso para salir con sus amigotes.
Cuando ya era notorio el
deterioro de su matrimonio –hace casi dos años-, Cris (Crisanda) animó a una
hermana suya a romper el suyo, y le sugirió irse a vivir juntas. Cris, al fin,
se separó y logró resquebrajar la unión de su hermana, pero no logró que
aceptase vivir con ella. Se sintió herida y, a partir de entonces, dejó de
hablar a su hermana. Tampoco Desiré (Desideria) vivía en demasiada armonía con
su marido desde hacía tiempo, lo que daba lugar a constantes increpaciones e
insultos hacia él por parte de ella, como una provocación insistente y algo
canalla a fuerza de una dialéctica copiosa, caótica e ignorante. Él recurrió a
lo que pudo: a un distanciamiento progresivo y callado. Hace cuatro meses que
ya no viven juntos.
-Pues a mí no me cae mal tu
marido.
-Porque no lo conoces bien,
Cris. Es insoportable. Me sacaba de quicio. Hablar con él era como hablar con
la pared. O, aun peor, pretendía siempre llevar razón. Y a mí con esas.
-Yo creo que es un buen
conversador.
-Qué sabrás tú. Lo que yo te
diga. Además, no es más que un fresco, y un calzonazos. Me tenía que cabrear
con él constantemente, y después de decirle cuatro cosas bien dichas, él
acababa diciendo a todo que sí, y luego callaba. Yo también me daba cuenta de
que muchas veces me lanzaba miradas resentidas, disimuladas. Al final volvía a
hacer lo que le daba la gana.
-No sé, Desiré, tú sabrás;
si tú lo dices... El que de verdad es un retorcido es mi exmarido. Siempre se
ha comportado conmigo como un desequilibrado, como un egoísta y como un
majadero. Es peligroso, sobre todo por lo majadero que es. Llegué a estar harta
de sus intrigas, de sus embustes y de su veneno de intenciones. Creo que es
cosa de familia, algo genético, porque todos se parecen. Buena fauna. La única
diferencia entre los que conozco de ellos es que unos son majaderos con aspecto
de subnormales y otros son majaderos con apariencia de normales. Éstos son los
peores, y mi marido es uno de esos. Desde que me he separado estoy en la
gloria.
-Me sorprende lo que dices,
Cris.
-Ahora sí que me siento a
gusto. Y cuanto más trato a mi actual pareja, más cuenta me doy de lo bien que
he hecho con separarme. Qué diferencia.
-A mí me pasa igual en estos
momentos con el mío de ahora. Y, además, como con éste no estoy demasiado
tiempo, pues menos ocasiones tengo de aguantar manías y discutir.
-Ya había empezado a creer
que todos los tíos son iguales, unos petardos como mi marido. Pero, qué va,
éste es algo distinto.
-Hoy pienso igual que tú de
mi enamorado hombretón. Lo que significa que aún quedan hombres que merecen la
pena. En especial entre los que no son pobres.
-Es que los pobres ni
siquiera tienen educación.
-Y eso hay que mirarlo
mucho.
-Sí, Desiré.
A las dos amigas les gusta
analizar minuciosamente los hechos y las personas, y de forma persistente
muestran un afán perfeccionista. Piensan que son muchos los pecados y los
defectos de los demás y que hay que enmendarlos en lo posible, al menos
evidenciarlos. Y de tanto practicar la catarsis social, casi siempre encuentran
soluciones para los yerros y los desvíos que descubren en el prójimo.
-Buen palo me ha dado este
año Hacienda. Y la culpa la ha tenido el cretino de mi marido y el economista
de mierda que tiene de asesor, el mismo que nos recomendó una inversión que
luego fue un desastre.
-Esas cosas son así, Desiré.
Imprevisibles.
-Yo ya sabía que iba a
suceder. A partir de ahora voy a llevar yo todos esos asuntos. Y así me irá
mejor.
-Quién sabe. Supongo que tú
no entiendes mucho de estos líos. Hace falta estar muy preparada. Y tú no
pasaste del bachiller elemental. ¿Verdad?
-Sí, como tú. Pero ya
buscaré a alguien de mi confianza que no me engañe y que sepa. Si yo fuera
economista, no metería la pata de esa manera tan grave. Sólo es cuestión de
profesionalidad, inteligencia y conocimientos.
-Llevas razón, nada más se
necesita eso; y, a veces, que también acompañe la suerte.
-Los hombres son una
calamidad.
-Y algunos, como mi marido,
unos carotas. El listo de él, cuando se fue de casa, quería llevarse ese cuadro
tan mono que tengo en el salón; ese que luce tanto al lado de la biblioteca de
estilo que tengo. Ya lo conoces, Desiré.
-El Careaga, ¿no?
-Querrás decir Zuloaga.
-Bueno, ese, sí. Claro. Eso
quería decir.
-Habría sido una faena,
especialmente porque queda muy fino donde está.
-Y porque ha de valer un
pastón.
-Como te descuides con los
tíos...
Entre las buenas amigas,
como Cris y Desiré, la conversación nunca decae; en todo momento surgen asuntos
nuevos que tratar; y, si no, tampoco importa, porque todavía queda mucho que
matizar sobre las cuestiones que repetidamente comentan.
-Ahí está María José; desde
hace un rato. Creo que todavía no se ha dado cuenta de que estamos aquí.
-Ya sabes que es
completamente miope.
-Y no le da la gana ponerse
gafas, por estúpida coquetería.
-Ni lentillas, por no
reconocer que es cegata.
-Así tiene la frente ella,
estrecha y plisada, y los ojos, empequeñecidos de tanto mirar mal.
-¿Te das cuenta de lo
exagerada que es vistiendo?
-Y, sin embargo, cree que la
miran por su belleza; no se da cuenta de que es solamente porque va enseñando
todo.
-¿Has visto qué morros
tiene?
-Sabía que se había operado
los labios, pero no que la habían dejado tan horrible.
-La verdad es que está
espantosa.
-Como no le hagamos algún
gesto, esa no nos ve en toda la noche.
-Tampoco nos perderíamos
mucho.
Si a una reunión amistosa se
suman más amigos, la conversación suele aumentar de interés.
-Qué mona vas, María José.
Siéntate, mujer.
-Cuánto me alegra veros,
chicas. Cada día estáis más guapas y jóvenes.
-Pues tú, no digamos. No sé
qué haces para mantenerte así. No pasan los años por ti.
-No me puedo quejar.
Procuro cuidarme. A nuestra edad
no debemos descuidarnos. Pasando de los cuarenta...
-No te quites años, pillina.
María José se toma el
güisqui doble con hielo a tragos prolongados; parece tener sed o querer
recuperar la ventaja que Cris y Desiré le llevan, que ya están dando buena
cuenta de su segunda copa, a golpes de continuados sorbitos. La conversación ha
ido creciendo en animación.
-Mirad, en este momento está entrando por la puerta el chico con quien
salgo ahora. Va con unos amigos. Se van hacia la barra.
-Qué casualidad, Desiré, y
qué raro. Porque uno de los cuatro es Federico, mi ingeniero, mi pareja actual.
El mío es el más alto y guapo. ¿Cuál es el tuyo?
-Precisamente Federico, el
ingeniero, el alto y guapo.
-¿Será hijo de puta?
-Es hijo de puta.
María José sólo sonríe,
discretamente.
Eduardo Bernabéu Terroba
Junio
MMXIV
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