viernes, 6 de septiembre de 2019

Inicio de colaboraciones...

Joyas prestadas....
Mi admirado y poco polémico Antonio Aradillas, me envía un sesudo pensamiento....


TRECE CARDENALES TRECE

Son  muchas las reflexiones y las sugerencias  que a cualquiera que intente pensar en cristiano se les han de ocurrir  a propósito de los  recientes nombramientos –“creación”-  de los trece cardenales últimos:

Pasa la vida y es de pura, humilde y sublime lógica,  preparar la substitución  de quien ha de continuar  la tarea-ministerio  que le fuera encomendada al apóstol Pedro. En el remedo –“copia o imitación”- de falaz democracia, único   en la Iglesia, que se da cita sagrada en el cónclave, los cardenales electores  alcanzan importancia suprema. 

¿Democracia?. ¿Pero es lícito, serio y admisible  adjetivar de “demócratas”, procedimientos y personas “creadas” anteriormente por aquél a quien se le ha de relevar?

Sé que en la historia se refiere  que, en contadas ocasiones, no todas ellas dignas de ser recordadas por su banalidad y venalidad, miembros no pertenecientes al sacro colegio también fueron elegidos papas, previas determinadas y pingües cantidades de favores y dinero…

Ser elegido papa  previo nombramiento a dedo, facultado para ello  en virtud de la facultad pontificia personal que le asiste, sin ningún otro requisito, dista mucho de ser considerado como actividad democrática, obligándosele al Espíritu Santo a realizar impensables milagros.

Pero un triunfo proclamado como tal  a propósito  de la “creación” de los trece citados cardenales, es el de que, ya y por fin,  la mayoría del colegio cardenalicio  es de signo “franciscano”. Me uno a tal satisfacción que representa este dato, aunque no las tengo todas conmigo –“sentir recelo o temor”-, ni soy tan optimista como quisiera.  Las mayorías, en cualquier ámbito  de la vida, dejan de serlo de un día para otro, y se  torna, o las tornan, en minorías…

De todas formas, algo es algo, aunque el camino a recorrer sea largo e intrincado y precise tiempos y lugares de descanso. Me temo que el número “trece” añadido al Colegio Cardenalicio, en esta ocasión tan difícil que vive y define a la Iglesia, pueda no poseer los augurios de la  felicidad tan deseada por propios y extraños y resulte número infausto.

A parte importante del pueblo fiel, hoy interesado y comprometido  con la Iglesia, que se alimenta y mantiene  con las buenas dosis d esperanza que dignifica y  ejemplariza el papa Francisco, le han resultado  extrañas  diversas características  del reciente  número trece  cardenalicio,  formulándose interrogantes como estos:

¿Acaso no llegó ya la hora  de la reforma- remodelación, y aún, desaparición,  del Colegio Cardenalicio, transfiriéndole la competencia  de la elección papal, a los presidentes de las Conferencias Episcopales, representantes  de las Órdenes y Congregaciones Religiosas,  y además y tal vez sobre todo,  a las organizaciones  de laicos y laicas?

¿No resulta sorprendente  que los “13 del grupo” acentúen  aún más el clericalismo  que absurdamente y con tan reducida consistencia  eclesiológica, dimanante del Concilio Vaticano II, este exige y da por supuesta? ¿Hasta cuando la minoría de edad se identificará en la Iglesia con laicos y laicas, cuando estas y aquellos dan muestras felices de saber y vivir religiosamente igual o con intensidad mayor, que lo hacen los miembros  del clero y aún de la jerarquía?

¿Para cuando, y por qué no para ya,  la presencia de los laicos en el Colegio Cardenalicio, con idénticas consecuencias y responsabilidades  que las que poseen en la actualidad  los cardenales, todos ellos varones…?

¿Cómo y con qué sentido y sentimiento  la igualdad y ejemplaridad entre hombres y mujeres, podrá hacer presente en la Iglesia  ante el mundo,  con estatutarios cánones  discriminatorios  y “en el nombre de Dios”, de la mujer, por mujer,  en la Iglesia, de la que se relata que es “nuestra” y “madre” a la vez?

Para muchos, con el número “trece” parece haberles colocado el papa al alcance de sus manos esperanzas de  renovación eclesial presentes y, sobre todo, futuras, dentro de los muros infranqueables  de conservadurismos machistas.

A quienes se vean obligados por razones de amistad, conocimiento o reconocimiento, a felicitar a los cardenales nuevos, por haber sido así “creados” por el papa Francisco, mi consejo fraterno  de que, de esta manera, vilipendian o desestiman a aquellos  “cardenalizables, que no fueron así recompensados por el papa, pese a que lo hubieran sido en otras circunstancias, por ejemplo, por su condición de Nuncio, de arzobispo primado de las Españas o por estar al frente de otras  archidiócesis “cardenalicias”revestidas de púrpura durante toda su historia.

A todos los reciente mente “creados”, la expresión de nuestros más fervorosos deseos  de que “·descardenalicen” sus hábitos, tratamientos principescos y formas y estilos de vida que, en ocasiones, escandalizan a algunos, mientras que a otros, hasta les excitan a la hilaridad y al menosprecio.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario