BREVE
EPÍSTOLA A ANTONIO D. OLANO
Querido
Antonio, como en tantas ocasiones, me hubiera gustado hoy hablar contigo por
teléfono y citarnos para estar un rato juntos, darnos un garbeo por el barrio y
departir durante el paseo o mientras nos tomamos un “caféu” (como tú me solías
decir con intención de parear mi apellido); el “caféu” o lo que sea, porque
casi siempre ha sido otra cosa con lo que nos hemos deleitado en la taberna. Lo
hemos hecho durante muchos años, eso y compartir círculos y reuniones de buenos
amigos, como los de la Boina o los de Julio Camba o los de la Tertulia del
Gijón o los del acogedor Txoko, por citar las mejores muestras.
Pero he
sabido que te has ido de viaje, muy lejos, a lugares raros. Es cierto que tu
vida está llena de viajes complicados, lejanos, arriesgados, y que quienes te
conocemos bien sabemos que eres bastante exagerado en casi todo y que cuando
decides, por ejemplo, ponerte a escribir algo, vas y te sacas de tu fértil
imaginación tres libros en una semana, más o menos, y, claro está, si ahora has
elegido irte de viaje, sin duda has optado por hacerlo a algún lugar pintoresco,
distinto, imposible acaso, y tal vez por una temporada larga, o más.
Como
tengo dudas sobre la dirección correcta a la que debo remitirte esta epístola,
al terminarla la lanzaré a los vientos, porque será la mejor manera de que la
recibas. Sí sé que donde estás hoy es un lugar que no conozco y donde nos
veremos, porque lo escogeré algún día, ya que soy muy curioso y también me gusta viajar; aunque, de
momento, no lo tengo entre mis planes de andariego. Por ello, hasta entonces,
nos seguiremos comunicando con nuestros pensamientos o en epístolas como ésta
o, incluso, a través de las estrellas.
Supongo
que, como siempre, estarás muy ocupado, por lo que no me extenderé más en este
escrito. Así que eso, Antonio, goza todo lo que puedas en este viaje. Aquí
seguiré yo mientras, dando paseos por el barrio y disfrutando de nuestros
buenos amigos, tomando, de cuando en cuando, algún “caféu”, o lo que sea, y
recordando nuestras discusiones y tus atrevidas sentencias; hasta que nos
volvamos a ver.
Un fuerte
y perdurable abrazo.
Eduardo
Bernabéu Terroba
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